:::: MENU ::::
  • 14:45
Con el Diego siempre fuimos amigos. Nos conocimos en la población, cuando apenas teníamos 6 años. Él vivía en el pasaje que estaba al frente de mi casa e íbamos a jugar a la pelota todos los días con unos vecinos que teníamos en aquellos años. Jugábamos todos los días con el José, Cristóbal y otros niños que vivian por ahí. Al principio, el Diego no me caía muy bien que digamos, lo encontraba demasiado serio, tímido o quizás, un poco deprimente. Pero con el paso del tiempo, lo fui conociendo y se transformó en mi mejor amigo. Lo invitaba a mi casa a bañarse en la típica piscina de plástico que tenemos los cabros chicos; él también me invitaba a la suya. Nuestras mamas también se hicieron amigas. Su madre vendía pastel de choclo y, mi mama es fanática de esas cosas, así que le compraba por montones. Lo que encontraba raro es que siempre que iba a la casa del Diego, él me decía que me tenía que ir antes de las seis, porque a esa hora, llegaba el papá y no le gustaba que llevara amigos, ya que a él le gustaba llegar a la casa y descansar, sin que los “pendejos” metieran bulla. El papa del diego era el típico viejo pasa ‘o a mierda. Era guardia de supermercado y le quedaba bien el cargo, por su cara de seriedad que siempre ponía, intimidaba a cualquiera que lo conociera, y que no también.
Como era de costumbre, el Diego me pasa a buscar en la mañana para que saliéramos a jugar un rato. Mi mama me pregunto a donde iba y como era un niño todavía, le tenía que dar las coordenadas exactas para que no se preocupara.
Fuimos a jugar a la plaza que estaba al frente de nuestras casas. Estábamos con los chiquillos, hasta que llegan unos cabros, que eran los malos de la pobla. Nosotros les teníamos miedo, porque siempre andaban metidos en hue’as raras para nuestra edad. Eran los típicos flaytes que andaban abriendo grifos en la esquina y esas cosas.
-Guena cabro- Nos dice el k-luga, que era el líder de los cabros malos
- Hola, ¿Cómo estay?- Le responde el Diego
-Bien po elmano’. Oe, ¿vamoh a a jugar a la pelota para las Acacias?
En ese tiempo, las Acacias para nosotros nos quedaba a la mierda de la ciudad. No sé por qué cuando niño, a uno las distancias se les hacen más largas y las cosas son más grande. Pero bueno… El Diego me queda mirado con cara de nervios y le dice:
-Ya Felipe, vamos a jugar con ustedes.
Yo le golpeo el hombro con cara de “no nos van a dejar hue’on, dile que no podemos ir”. Pero ninguno de los dos se atrevió a decirle al K-luga. Así que en un acto de rebeldía con nuestras madres, o miedo de que el K-luga nos pegue. Fuimos.
Cuando llegamos a las Acacias, nos encontramos con todo ese grupo de mini flaytes. Saludamos a los cabros y nos pusimos a jugar. Obviamente nos dejaron al arco, a los dos, en cada equipo. Se nos pasó la tarde, lo estábamos pasando bien, salimos del arco y empezamos a jugar. El Diego era terrible bueno para la pelota. Ya se empezó a hacer tarde, el sol se escondió y yo le digo al Diego- Oye hue’on, va a llegar tu papa a la casa y no te va a encontrar.-Tranquilo Mati- me responde- que hoy sale más tarde. Siguió pasando el día y se hizo noche.
Volví al arco porque estaba jugando mal adelante. Y cuando el Rafa, que era el Messi del equipo me chutea’ la pelota y me hace el medio gol, la tuve que ir a buscar a la chuca, en esa, me encuentro con el papa del Diego en bicicleta.
-¡Oye tú! ¿Hay visto al cabro hue’on de mi hijo?- me pregunta hecho una furia
-No tío, no lo he visto- Le respondo con la voz temblorosa.
-Pobre que pille a ese hue’on, que le voy a sacar la mierda, por porfiado. Tiene a su mama preocupada el muy saco’ehuea.
Salgo corriendo con la pelota entre mis brazos y llego a donde estaba el Diego y le digo- Perro, tu papa te está buscando en la bici. Ándate pa’ la casa al toque.
El Diego pesco sus cosas que tenía y salió corriendo. No sé para donde fue.
Paso el tiempo y no lo vi nunca más. Pensé que el papá lo había castigado. Porque el viejo era “cuatico”. Hasta que un día, llega la mamá a ver a la mía. Yo estaba acostado, pero escuche cuando toco el timbre y con voz sollozando le dice a mi mamá.
-Claudia, te tengo que decir algo
-¿Qué te pasa? Mírate, estas toda moreteada. ¿De nuevo te pego ese hue’on? 
-Yo estoy bien. Gracias… Pero el diego- y se pone a llorar desconsolada- El Diego, Lissette… El Diego está en el hospital. El Roberto le pego ese día en que los chiquillos fueron a jugar y ahora está muy mal. Este estúpido le pego sin parar y los doctores dicen que esta grave.
Yo no me aguante y me levante. Fui a ver qué pasaba, pero mi mama me mando a acostarme. Al otro día, lo fui a ver al hospital, pero ya era tarde. El Diego había muerto. Mi amiguito de infancia, ya no estaba conmigo. Ahora tengo 20 años y sigo sin olvidar esta maldita historia. Su padre está en la cárcel y su mamá… la verdad es que no sé nada de ella.
Los doctores dijeron que esto no era primera vez que pasaba, ya había ido al hospital varias veces por estos abusos, y que él y su mama no decían nada por miedo. Me siento culpable por ser su único amigo y no haberme dado cuenta. Espero que desde el cielo nos cuide y que estas historias no se vuelvan a repetir.

Número de likes:
Mejores comentarios:
Antonella Pascale U.U al principio dije que onda esta confección  pero después me partió el alma una pena que existan malditos como el papá de Diego 😢y esta más que claro que si te cuida desde el cielo desde el primer instante en el que se fue 💓
Me gustaResponderMensaje9
Nicolas Gutierrez Ojeda Oh perro, no se que wea decir hermano, un abrazo, aunque sea simbolico pero quedé pa la caga, ojalá el tiempo te permita pasar la pagina u_u
Me gustaResponderMensaje5